Esta versátil mujer de mirada dulce y profunda posee una pasión y un ímpetu que desborda, todo lo ha hecho a pulso, creyendo en sí misma con una tenacidad y sobre todo con un amor que sorprende. A través de esa pasión, se ha vinculado con las artes de diferentes formas. Actriz de profesión, se formó en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y al terminar la carrera se ganó una beca del gobierno francés y partió a estudiar al Conservatorio de Teatro de París, estando allá, un director la invitó a ser parte de su compañía. Se quedó en Francia durante diez años, tenía 23. La primera obra en la que actuó se estrenó en el Festival de Aviñón, uno de los eventos internacionales más importantes del espectáculo en vivo, donde además se producen debates, encuentros, lecturas y proyecciones en torno al arte. “Esa experiencia fue muy importante para mí, entré en un régimen actoral muy exigente, teníamos ensayos todos los días desde 10:00 de la mañana hasta altas horas de la noche, con funciones de martes a domingo, giras, era un training de trabajo muy inmersivo”.
De este modo se estableció en Francia hasta que Alfredo Castro la invitó a trabajar en la obra “Jamás el fuego nunca”, en el Teatro La Memoria y así pasaron cinco años de ir y venir entre Chile y Francia. Trabajaba en ambos países en forma paralela como actriz y como profesora en distintas universidades y se fue vinculando con un grupo de estudios y de investigación filosófica y de psicología, que han marcado su manera de ver la vida y en sus procesos de creación. “Me conmueve la fragilidad y pongo atención en las cosas vulnerables de la vida, a nuestros espacios más inciertos”.
En el 2013, en uno de sus viajes a Chile, creó “Academia Nómade”, un colectivo para generar intercambios entre actores chilenos y franceses, hubo proyectos de creación, vinieron directores franceses a trabajar a la Universidad Mayor y a la Universidad de Chile, realizaron seminarios, ofrecieron talleres, montaron obras de teatro. Ella lo describe como un circuito de complicidad entre distintas áreas y disciplinas.
“Me gusta trabajar en Chile, eso de generar comunidades de amistad en donde se hacen cosas igual con pocos recursos y muchas veces en forma precaria, no se produce en todas partes”. Así fue como durante diez años ofreció “Danza Delhi” buscando recursos y salas y siempre la respuesta fue negativa. “Faltaban demasiados elementos para visualizar lo que la obra podía ser: un autor desconocido, la forma en la que está escrita no corresponde a nada que conozcamos, no había nada previo que diera la certeza de que iba a resultar.” Un montaje difícil y distinto de un escritor desconocido en Chile y casi en toda Latinoamérica, al autor ruso Ivan Viripaiev. “Las obras tienen sus propias formas de crearse, son misteriosas para uno, influyen muchos factores”. Y sin duda tenía razón, a tablero vuelto estuvo dos semanas del 16 al 25 de noviembre recién pasado en el Teatro Ictus. Compuesta por siete obras cortas, “Danza Delhi” aborda de manera vertiginosa y delirante temas como la muerte, el amor y los desencuentros en una sala de hospital en donde se mezclan el dolor, el humor y lo absurdo en una extraordinaria puesta en escena con un gran elenco de actores.
Millaray, cuyo significado en mapudungun es Flor del Sol, recuerda que desde niña iba a ver danza con su madre, tomó clases de ballet cuando era muy pequeña y siempre se sintió atraída por el arte y sus distintas expresiones. Su acercamiento a la danza fue a través del coreógrafo francés y director del Ballet Nacional Chileno (BANCH), Mathieu Guilhaumon, con el que ha realizado varios montajes como “La consagración de la Primavera”, “Dual” y ahora “Giselle, contrapunta y revisita”, creación que hizo en el 2018 en el Teatro Baquedano y que ahora en noviembre del 2023, se volvió a presentar en el Teatro Municipal de Las Condes. “Desde la dramaturgia la pregunta que uno se hace es cómo salvaguardar la particularidad de algo y traducirlo de manera que nos permita darle una nueva vida, pero sin matar lo que antes estaba ahí. Reescribir un clásico implica un gran trabajo”.
Uno de los grandes encuentros en los que participó junto a Guilhaumon, fue cando se unieron las dos principales compañías de danza del país: el Ballet Nacional Chileno y el Ballet de Santiago, compartiendo escenario en “Bodas”, la obra con la que participaron en el Festival de Coreógrafos del Municipal de Santiago.